Cuaderno de campo

 

A pocos metros de donde había estado sumergida sacando las fotos me encontré con el cartel que rezaba: ”Refuxio de Fauna”. Estaba situado casi en un prado lleno de florecillas, al final de un camino entre pinos que llevaba hacía el agua. En esa orilla, sumergido a poca profundidad, me tropecé con un caos de desechos basuras, nasas, redes y aparejos de pesca. Cuerdas, ladrillos, plásticos y metales oxidados que obstaculizaban la salida o entrada desde el agua. Esa visión me hizo trabajar en casa y  volver el verano siguiente.

Esta vez ,me encontré con un panorama diferente dentro del agua. Había sido un duro invierno de temporales y las hojas de las algas habían casi desaparecido en esa zona. Frente a la suntuosidad y explosión de vida que percibí la primera vez que me sumergí en esas aguas esta vez me encontré en otro escenario. ¿Cómo iba a hacer yo para introducir a mis actores que debían camuflarse con el entorno? Fue complicado y extenuante, pues el ayudante que me había llevado se lesionó en el hombro y ni siquiera podía nadar.

El agua estaba helada y algo agitada. En la superficie hacía bastante aire a pesar de estar pegados a la costa. Nadar con el peso de los plomos, más los plomos que les había colocado a mis actores, situarlos y colocarlos en el escenario y bajar a pulmón, para hacer las fotos en esas condiciones, me enfrento con mis limites de resistencia física. En un medio ajeno, y por momentos hostil. Cada vez que iba y venía del barco, para recoger o reemplazar a uno de mis actores, me costaba orientarme y encontrar el punto donde había ubicado la escena.

Para colmo ¡los actores no respondían a mis expectativas!

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